martes, marzo 24, 2009

metáfora de un sueño

Hoy observaba a lo alto lo grande e inmensos que eran mis sueños, se habían formado poco a poco sin darme yo cuenta. Atrás estaba la luna sonriente y clara, la cual alumbraba esa torre formada de anhelos y añoranzas para que pudiera yo verla. Estaba atónita mirando mi torre, pues no creí ser capaz de levantar de tal magnitud aquella morada, era bella, hermosa y llena de risas de niños, que corrian por los pasillos y derrepente entre sus risas se escuchaba un perro juguetón. Derrepente de la nada siento un frío, las risas se van y ya no oigo al perro juguetón, sino más bien el gemido de un animal desamparado en busca de sus amos perdidos en medio de la oscuridad. Aquella neblina, gélida solitaria y muy ambiciosa ostenta apoderarse de la torre, sin sentimiento alguno irrumpe en plenitud de la noche para apoderarse de lo que no le corresponde, pero si bien, no es capaz de apoderarse de aquella construcción, con su maldad y nada de amor logra sacar la base del edificio a cuentas de patrañas y rasguñones. En ese momento vi a mis sueños de aquel momento desvanecerse en un segundo, pero aquella neblina no fue capaz de quitarme mis anhelos por completo, pues al cerrar mis ojos pude visualizar una nueva torre, más firme y mas bella que la anteriormente vista, y aquella neblina, malvada a causa de la envidia, la apatía y el coraje se vuelve más fría, más densa y más solitaria que nunca.

Podría construir miles de torres, pero ninguna será igual a la anterior.

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